Por: Valeria Payán
En los últimos años nuestra sociedad ha experimentado un aumento alarmante de la polarización y la normalización de expresiones de odio. La creciente desigualdad, la precarización de las condiciones de vida y los recortes en inversiones públicas que garantizan derechos básicos como la vivienda, educación y sanidad han generado un clima de miedo e incertidumbre. Este caldo de cultivo ha favorecido la desinformación y el extremismo que, a su vez, retroalimentan expresiones de odio que afectan especialmente a personas en situación de vulnerabilidad, como las personas migrantes.
Los discursos de odio son una violación directa de los Derechos Humanos. Aunque existen múltiples definiciones para este concepto, todas coinciden en que engloban expresiones de odio dirigidas directa o indirectamente hacia otras personas debido a su origen, religión, sexo, orientación sexual u otras características personales. Estos discursos son producto de la intolerancia, estereotipos y prejuicios, y forman parte de una escalada de violencia que contradice los principios establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En términos generales, el racismo implica creer que ciertas razas son superiores a otras, lo que conduce a la discriminación y la opresión sistemática de grupos raciales específicos. Los discursos de odio racistas generan rechazo y marginación hacia individuos y comunidades en función de su origen étnico, color de piel u otras características raciales. Estos discursos no sólo perpetúan la desigualdad, sino que también crean un clima de violencia y hostilidad.
La aporofobia, por otro lado, se refiere al odio o rechazo hacia las personas empobrecidas simplemente por el hecho de serlo. Es un término acuñado por la filósofa Adela Cortina en los años 90 para diferenciar este fenómeno de la xenofobia. La aporofobia se manifiesta de distintas maneras y atenta contra la dignidad humana desde la invisibilización, insultos y vejaciones, hasta la violencia física, agresiones sexuales e incluso homicidios. Estos discursos refuerzan las desigualdades y perpetúan la invisibilidad y el sufrimiento de quienes enfrentan la pobreza.
Es crucial abordar y combatir el racismo y la aporofobia desde diversas líneas de actuación. Una de las medidas más eficientes es a través de la educación y la sensibilización. La educación puede fomentar la empatía y la comprensión mutua, contribuyendo así a una sociedad más justa e igualitaria. En este sentido, SIC4Change, desde el año 2022 lleva a cabo en las islas Canarias una Iniciativa para incidir en el cambio de narrativas sobre las migraciones a través de talleres destinados a alumnado de Centros Educativos con edades comprendidas entre 15 a 30 años, formación, creación y ejecución de talleres a través de Aprendizaje - Servicio Universitario de alumnado de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, así como formación y sensibilización del personal técnico de Ayuntamientos y personal de empresas y entidades que trabajan en interacción y/o de cara al público en relación a los movimientos migratorios desde la perspectiva de las nuevas narrativas. En relación a ello, hemos creado este dossier que contiene herramientas metodológicas antirracistas para profesionales en sectores como la educación o los medios de comunicación.
Por otro lado, es importante resaltar el papel de la colaboración entre organizaciones gubernamentales, defensoras de derechos humanos, instituciones educativas y la sociedad civil para lograr un cambio positivo y duradero. Asimismo, desde espacios tan personales como las redes sociales todas las personas podemos restringir los discursos de odio y limitar su difusión. Aquí te compartimos algunas recomendaciones para colaborar activamente a alcanzar este objetivo.


